Diez años atrás, la abogada especialista en criminalidad económica Natalia Volosin comenzó a estudiar la corrupción en la Argentina a lo largo de toda la historia del país.
Ahora llega a las librerías su libro “La máquina de la corrupción”, subtitulado “Un análisis urgente para terminar con el gran mal argentino”, que resultó de su tesis de doctorado tras cursar en la Universidad de Yale la materia “Corrupción y Democracia” que dictaba Susan Rose-Ackerman.
“A la máquina de la corrupción no le importa el modelo económico ni el partido que gobierna”, expresa Volosin en el prefacio.
Porque para esta científica del Derecho, muy requerida en los medios de comunicación luego de la aparición de los cuadernos de Centeno, la corrupción no es la enfermedad sino el síntoma de debilidades institucionales subyacentes, idea que le transmitió Ackerman en aquella cursada y que nunca abandonó porque considera que los hechos de gobierno, aún los más recientes en este tiempo macrista, fueron confirmando esa visión.
Tal mirada la contrapone a la perspectiva de análisis cultural sobre la Argentina, sintetizada en la impresión de que los argentinos somos corruptos o, en el mejor de los casos, tolerantes con la corrupción.
Justicia e hiperpresidencialismo
Desde la introducción, Volosin apunta a dos aspectos institucionales que “aceitan” la máquina de la corrupción en nuestra país: que el Poder Judicial forme parte de un sistema esencialmente corrupto y el hiperpresidencialismo, que le permite a quien ocupa la jefatura del Estado tomar medidas discrecionales para beneficiar a su familia o entorno.
Uno de los primeros casos que la autora analizó a fondo durante su recorrido de investigación a lo largo de la década fue el nombramiento del sirio Ibrahim Al Ibrahim, esposo la cuñada de Carlos Menem, Amira Yoma, como director de Aduanas. Ibrahim no era ciudadano argentino y no hablaba español. Formalmente lo nombró Eduardo Duhalde, quien bajo su firma puso las letras FCA, que según algunos medios significaban Feliz Cumpleaños Amira, porque Al Ibrahim fue designado en el cargo el día del cumpleaños de su esposa. Luego, se quiso hacer ver que Duhalde había firmado incautamente, interinamente a cargo del Ejecutivo nacional.
El trabajo para el libro llega al presente, al punto de analizar la Oficina Anticorrupción en la administración Macri, respecto de la que, entre otras observaciones, cuestiona que esté a cargo de Laura Alonso, alguien identificada plenamente con el gobierno al que debe controlar.
Redes de corrupción
Volosin se pregunta “¿porqué hablo de la máquina de la corrupción?”. Y se responde así: “la Real Academica España define máquina como conjunto de aparatos combinados para recibir cierta forma de energía y transformarla en otra más adecuada, o para producir un efecto determinado”.
“Es lo que sucede en la Argentina –concluye– donde los intereses públicos y privados –funcionarios públicos, empresas, sindicatos, jueces, medios, etc.– se unen en redes estructurales para obtener rentas ilegales o sea para meter la mano en la lata”.
En la Argentina, también informa la autora, las causas por corrupción demoran en promedio quince años, que tardan una década en estar en condiciones de ser elevadas a juicio, al que sólo el 8 por ciento llega y apenas el 2 por ciento tiene condena.